domingo, 3 de octubre de 2010

La Plaza de la Oreja

La primavera es la primavera. Tanto desborde, es un desborode.
Linda la tarde para caminar y tomar mate mientras se hace una mudanza.
La plaza Belgrano tiene un monumento que parece el monumento a una oreja. Sería totalmente inutil si no se existieran los entretenimientos rodantes.
Complicadas las plazas por la agilidad de los esketers que desarrollan destrezas entre coquitos de paraíso que traban las ruedas.
Las madres los miran orgullosas.
Admiro la admiración de las madres por las destrezas obvias de sus hijos.
- Señora, obvio que si su hijo tiene once años va a hacer todo eso. Fijese.
La señora no me escucha porque no se lo digo.
Si hubiese leído mi mente hubiera dicho.
- Tenes razón. Pero lo que hacen los hijos propios es lo mas hermoso del mundo para una madre.
- No lo sé y no creo que lo sepa. Que la pase lindo. Hasta luego.
En fin.
Complicada fue también la escena de una chica, de mi edad, que arrastraba a su abuela, viejisima la viejita que caminaba colgada del cuello de la chica que soportaba todo su peso caminando de costado.
La viejita daba los pasos, levantaba los pies pero la que cargaba el peso y avanzaba era la joven que le daba besos en la frente a la vieja mientras caminaban.
Quise mirar a los ojos a alguna o a ambas.
No lo hice.
Me avergonzó que pensaran que me llamaron la atención, y mantuve mi mirada al frente.
¿Que me avergonzó?
Me dio vergüenza que me llamara la atención un acto de amor genuino. Eso es lo que fue.
Si he visto cada cosa en las plazas... que me puede llamar la atención y me avergüence de haber visto?
Cuando las cruce me di vuelta a confirmar mi imagen.
- Señora ¿Esta orgullosa de su nieta?
Telepatía no tengo por lo visto.

1 comentario:

  1. Esto sensibleria dominguera.
    Mañana capaz que quito la entrada.
    La macana es que queda en el archivo de los lectores.
    Bueno, que vayan sabiendo que en el fondo tengo un corazón.

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