Resulto ser como siempre que estacioné la moto exactamente en el mismo lugar de siempre en la puerta del Liceo, que me descolgué el portafolios y que me saqué el casco como siempre.
Hablé algunas cosas con unos alumnos en la puerta como a veces y entré a dar clases como siempre.
Terminé y me dispuse a irme como siempre pero la llave de la moto no apareció como nunca.
Que no estaba en los bolsillos ni en el portafolios, ni en el aula ni en la cocina ni en el laboratorio.
Que nadie sabía nada ni los profes ni los alumnos ni los porteros.
Bue, regreso como nunca en taxi a buscar el repuesto de la llave y recuperé la moto mientras le contaba a la guardia edilicia mi desdicha.
Al día siguiente regresé y dejé la moto en el lugar de siempre mientras el guardia edilicia me saludaba con mi llave en la mano mientras me decía que una señora una hora después de mi partida la había traído encontrada a una cuadra de la escuela.
¿Cómo supo que la llave era de allí y no de la centena de lugares a la redonda?
¿Acaso pregunto durante esa hora en todas partes?
¿O a lo mejor era mi ángel de la guarda?
Quien sabe...
sábado, 18 de noviembre de 2017
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Es muy comùn entre los docentes, que sucedan estas cosas.
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