domingo, 28 de abril de 2013

Nunca se sabe que va a pasar.

Resulto ser que un día feriado lleve a mi sobrina a aprender a manejar.
Es una lección importante manejar bajo la lluvia, le dije para convencerla.
Volvimos y siguió lloviendo.
Che, no para. Nos deciamos entre nosotros.
Che, el agua sube el cordón de la vereda... che, el agua entra al palier...
Uy! Entra a mi casa!
En un naif intento por salvar mi morada de la mojadura empecé a poner diarios abajo de la puerta.
Que risa... cuando entré a buscar más el agua estaba entrando por el fondo.
Que risa!
Che, el agua llego al primer escalón del edificio... che, ya paso al segundo.
Mi casa parecía la escena del Titanic cuando Rose huye al comedor del barco y las sillas flotaban en silencio.
Que risa!
A refugiarse en el primer piso.
La vista de la calle era apocalíptica.
Los autos sumergidos con las luces prendidas, el sonido del agua parecía el de las cataratas del Iguazú, los botes que asistian. La catedral no se veía detrás del aguacero.
Los gritos de auxilio, los bomberos cruzando la calle con el agua al pecho.
La desesperación de no saber donde estaban los que no veías.
La vista hacia el fondo era la de una selva en el medio de una tormenta tropical.
Silencio de bichos que se salvaban.
Nada... que amanece y aparecen vecinos muertos y te das cuenta que la sacaste barata.
Que todos te ayudan y trabajas en un día más de lo que creías que podías trabajar en un año entero.
Que juntas muchas cosas inútiles y te desvivis por salvar tus recuerdos.
Que se te arruina el piano donde te sentiste artista.
Que perdés un montón de cosas hechas con átomos.
Que eso de la colitis es cosa seria.
Que te das cuenta que algunos usan la desgracia para garpar, para ser héroes a costa de otros.
Que te agarra una bronca bárbara.

Puede que haya sido un castigo divino pero Dios no tiene la culpa.
Enyoiemos la life que este puede ser el último momento.
Es así.

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