martes, 1 de marzo de 2011

La magia

Caminando por la peatonal veraniega me cruce con el mago Eduardo que me vendió un par de trucos con cartas y palitos.

Cuando me los mostró me los recontra creí.

Llegue a mi casa y en mis manos no engañaron a nadie, nadie incluye a alguien de siete años.

Me decepcione un poco al principio pero con un poco de práctica perfeccione el arte del engaño.

Un flash descubrir eso.

Si queres mentir bien es posible aprender a hacerlo y si uno es buen aprendedor agarrate.

Mover velozmente las manos para superar la de la vista ajena y si no te alcanza la aceleración hacer un ardid distractivo.

Hay que pensarlo todo y con el tiempo se te debe hacer un hábito, un reflejo espontáneo.

Es imposible hacer desaparecer un lápiz solo con soplar, a lo mejor no, pero que se desmaterialice un cuerpo físicamente es bastante difícil. Así que no te queda mas que hacer un truco para que suceda.

Si lo imposible es casi imposible de lograr hay que hacer trampa o resignarse a la imposibilidad.

Yo opto por la resignación.

Descubrirle la trampa al mago es una desilusión y no vale la pena el breve momento de fascinación ajena.

Alla el que le guste la ráfaga de fascinación.



Del otro lado estan los milagros.

Mil agro.

Cosas imposible que suceden porque suceden desafiando toda lógica sin que nadie haya movido una pestaña por que pasen.
La conversación, el encuentro casual, la risa hasta llorar, la venganza por azar, la mirada a los ojos, la clase en que se habla de cualquier cosa menos de lo que se puso en el libro pero todos hablan.
Eso, mil agro.
Un espacio de mil campos.

(y se me nubla la vista)

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