martes, 3 de mayo de 2011

Partir sin romper.

Partir cabezas y romper corazones.
Casi como una dupla inseparable, como el gordo y el flaco, Tom y Jerry, el Correcaminos y el Coyote.
El flash de partir y partirse la cabeza.
Sentir que se abre, que explota como una sandía revelando un contenido contrastante al que se ve al exterior.
La cáscara verde desgarrada exponiendo la pulpa roja y las semillas escurridizas que se desparraman por doquier
La sorpresa del contenido revelando esa dulzura fresca y jugosa impensada
La sandía tiene un corazón que es su parte mas dulce y su verdadero tesoro.
Mmm... mmm... de rico, no de duda.
Si la cabeza es partida por un paisaje o una idea todo bien.
Se parte y se reacomoda sin secuelas.
Ahora si lo hace un semejante.... mmm... mmm de duda, no de rico.
Lindo de movida, muy lindo.
Después que se partió una cabeza todo queda expuesto pudiendose llegar con facilidad al corazón en la misma disección.
Hurgar, escarbar.
Mirarle aurículas y ventrículos.
La sangre entrar y salir por los vasos.
El corazón no soporta mucho el toqueteo y enseguida se infarta.
Se rompe el corazón.
Se desangra.
Habrá electroshok, inyección de adrenalina, maniobras de reanimación y capaz que revive y cicatriza.
Por ahí, capaz, nunca se sabe, es posible.
El destino de la sandía es ser partida y su corazón devorado.


La sandía en vez de ser saboreada en rodajas prolijas termina siendo puré si el partidor tiene ganas.

Romper el corazón parece ser la consecuencia inevitable del partimiento de cabezas por inescrupulosos.
Si te parten la cabeza te terminan rompiendo el corazón.
(A veces...)
Una macana pero peor es que no te pase nunca.

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